Todos los años el Museo del Prado dedica un cómic a la gran exposición de la temporada, pero para celebrar su bicentenario ha preferido que su nuevo tebeo ilustre algunas de las anécdotas más curiosas de la historia del Museo.
“El cómic recoge siete anécdotas sobre el Prado, pero relacionadas con personas. Es una especie de reconocimiento a los trabajadores que hacen que este museo siga vivo. En el Prado están Goya, Velázquez, Tiziano… pero alguien tiene que cuidarlos. Y este es nuestro homenaje para ellos”.
“El cómic recoge siete anécdotas sobre el Prado, pero relacionadas con personas. Es una especie de reconocimiento a los trabajadores que hacen que este museo siga vivo. En el Prado están Goya, Velázquez, Tiziano… pero alguien tiene que cuidarlos. Y este es nuestro homenaje para ellos”.
“Juntos decidimos que queríamos hablar de las personas: de los vigilantes de sala, de los restauradores, del público, de los aficionados al arte…. de la parte más viva del Museo. A partir de ahí yo le planteé una serie de anécdotas y las fuimos puliendo”.
Vincent “Sento” Llobell Bisbal (Valencia, 1953), ha recogido esas curiosidades en Historietas del Museo del Prado.
En cuanto a las anécdotas: “La primera es el falso incendio de 1891 -asegura Sento-. Ese año Mariano de Cavia escribió en El Liberal una crónica sobre un terrible incendio en el Prado, en el que se habían quemado los Velázquez, los Ribera… Al día siguiente la gente se levantó y se fue corriendo a ver los restos del Museo, pero se lo encontraron intacto. Porque no habían leído la última frase del artículo en la que decía: “Esto puede pasar cualquier día”.
También contamos el robo del Tesoro del Delfín –añade Sento-. Cuando en 1918 un trabajador se dedicó durante un tiempo a robar unas piezas del Tesoro del Delfín. Y lo pillaron con un sistema que se acababa de inventar: las huellas dactilares. Fue una de las primeras actuaciones conocidas de los que podríamos llamar “policía científica”.
“Y la que quizá sea la anécdota más conocida -continúa- la de la bomba que cayó en el museo durante la Guerra Civil y no explotó. Hemos visto muchas veces la foto de la bomba incendiaria incrustada en el techo del Museo –continúa-, lo que mucha gente no sabe es que un señor que trabajaba para la junta de defensa se la llevó de recuerdo y la guardó durante años en su casa, en el armario del dormitorio. Y 80 años después, cuando se hizo la exposición del Arte Protegido, sobre el Museo y la Guerra Civil, el hijo dijo que tenía la bomba en casa; y cuando fueron a buscarla descubrieron que no estaba desactivada y que habían dormido 80 años con ella”.
“La historia que más relación tiene con la pintura –añade Sento- es una que se llama El nuevo Bruegel el Viejo. En 2010 el Prado compró un cuadro muy deteriorado a una familia noble y cuando empezaron a restaurarlo pensaron que podía ser un Bruegel. En esa historia nos metimos en el taller de restauración y es en la que más se habla de arte, ya que cuento un poco cómo se restaura un cuadro”.
“Inicialmente queríamos hacer una primera historia de la inauguración del Prado, en 1819, pero no encontramos documentación contrastada suficiente”.
“Lo que sí que se sabe es que Goya, que ya era un abuelo, no vino a la inauguración porque estaba enfadado con el rey y fue un par de días después, de incógnito. Y se enfadó mucho cuando vio que lo habían colocado junto a sus coetáneos a los que consideraba inferiores, porque él quería estar junto a Velázquez. Al final yo he hecho un par de ilustraciones y hay un texto en el que se explica esta pequeña anécdota”.
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