miércoles, 22 de mayo de 2019

El último Barco



"El último barco" de Domingo Villar en Siruela tras su larguísimo proceso de reescritura que ha llevado diez años -con el naufragio sobrevenido de un extenso borrador que parecía listo ('Cruces de piedra', "a mí me habría encantado tener la novela antes y no fallar a los editores. Es complicado tirar a la basura un manuscrito de casi 400 páginas y volver a empezar.)-, y su tonelaje (700 páginas), cuenta ya con más de cinco ediciones desde su publicación. Las dos entregas anteriores de las historias del comisario de policía de Vigo Leo Caldas 'Ojos de agua' y, sobre todo, 'La playa de los ahogados'- cosecharon un extraordinario éxito lector y demandaron una tercera entrega que ha venido demorándose demasiado tiempo. Y así, un autor que se declara tremendamente inseguro y que vuelve locos a sus editores hasta que no logra el punto exacto de cocción que impone a su trabajo, ve cómo los lectores devoran en pocos días e incluso en pocas horas una empresa de una década.
Villar escribe en castellano y gallego indistintamente y va traduciendo a medida que avanza la escritura “Los diálogos me resultan más naturales en castellano pero emocionalmente prefiero el gallego, con su música interior, que el texto en castellano no tiene”.
"...me planteo cada capítulo como un pequeño cuento con una introducción, un nudo y un desenlace que deja una puerta abierta al fondo. Y así se va sucediendo la intriga. Pero no mido la dosificación de lo que voy contando respecto a la totalidad del libro sino con respecto a mis propias fuerzas. No soy capaz de ver demasiado lejos. En cambio, sí que entro sin miedo a contar una historia con principio y fin muy breve. Y después otra, y otra... Y todas acaban formando parte de una novela muy extensa. No es algo pretendido sino que forma parte de la dimensión que una historia amplia, con muchos personajes y distintas localizaciones, necesita".

La trama va desarrollándose a través de diálogos,  conociendo a los personajes a través de ellos y no de las descripciones. El autor propone el juego intelectual que supone contar una trama policíaca al lector. Hacerle participar de lo que se sabe, no se sabe o se intuye. El último barco es un juego de luces y sombras en el que no se sabe donde acaba la realidad y empieza la ficción . Algunos de los protagonistas existen de verdad, los lugares citados como la Escuela de Oficios de Vigo está tal cual la pinta Villar, incluso las tabernas son reconocibles.
Hallamos aquí a un Caldas reflexivo, trabajador, compasivo y concienzudo, “veo a Caldas como un amigo” confiesa el autor.
Uno de los méritos de esta obra en su facilidad de lectura pese a su tamaño. “Conseguir que los libros se lean bien y que eso no menoscabe la literatura es lo que intento, que los lectores entren en ellos con facilidad. Uso un lenguaje muy preciso y ajustado a lo que quiero contar. No quiero que al lector se le vaya enganchando la chaqueta por los salientes del tobogán, sino que todo vaya fluido”

FLM19



Sara Morante
Del 31 de mayo al 16 de junio el Parque de El Retiro acogerá una nueva edición de la Feria del Libro de Madrid, que quiere seguir siendo  un proyecto cultural sensible a la constante evolución que tiene lugar en el ecosistema del libro. En ese sentido, los contenidos de la 78ª edición van a girar en torno a tres ejes temáticos fundamentales, que son: lecturas, lectores y librerías.  En la edición de 2019 será la República Dominicana el país invitado. 

Clyde Fans, 20 años para crear un cómic


Ventiladores Clyde es una serie en cinco partes sobre dos hermanos y su negocio de ventas de ventiladores, que lleva dos décadas preparándose por el dibujante SethEl libro adquiere una calidad mayor a medida que se desarrolla a lo largo de la vida de los hermanos Abe y Simon Matchard; que luchan por mantener a flote una obsoleta empresa familiar incapaz de competir con los modelos de negocio y los constantes avances tecnológicos. Con este telón de fondo, Seth desgrana una emocionante historia familiar llena de sinsabores y desencuentros que redunda en una atmósfera narrativa desoladora y melancólica.
Presentado como una serie dentro de los cómics autopublicados por  Seth Palookaville desde 1997, el tomo recopilatorio  es un retrato íntimo y convincente de hermandad y nostalgia en el suroeste de Ontario.
"Si hubiera pensado por un segundo que duraría 20 años, ni siquiera lo habría empezado. Veinte años parece mucho tiempo, excepto que no es así cuando estás trabajando en ello. Curiosamente, ahora que está hecho, parece que es algo en lo que he trabajado durante un par de años". 

En España, se han publicado las dos primeras entregas reunidas en un volumen por Ediciones Sinsentido en 2003. Ahora Salamandra edita el recopilatorio de 488 páginas.

viernes, 17 de mayo de 2019

Exin Castillos de Sigüenza



Este castillo-palacio ha sido residencia de los obispos, señores de Sigüenza, desde el siglo XII, fecha de la reconquista de la ciudad por Bernardo de Agen, (Orden de Cluny), y sobre la base de alguna fortaleza árabe existente. De ahí su componente militar y religioso que es característico de esta construcción. Como hecho histórico relevante se cuenta que allí estuvo encerrada Blanca de Borbon, esposa abandonada de Pedro I El Cruel en el seno de la guerra civil entre los reinos de Castilla y Aragón, (allá por el s. XIV), bastante antes de que se reconvirtiera en el Parador Nacional de Turismo 

Edgard Allan Poe ensayista


Había tardado mucho en llegar al español una versión de los Ensayos de Edgar Allan Poe con la que pudiéramos valorar diferente su personalidad literaria. De modo deficiente y parcial, hemos sabido que Poe era un escritor de raza a pesar de que, incluso en Estados Unidos, su importancia como precursor de la novela policiaca y su influencia como formador de escritores por todo el planeta hasta en las generaciones de hoy, es limitada por la extravagancia con la que se narra y se introduce socialmente la leyenda de su vida (astutamente explotada) y por la mojigatería de una época que antes como ahora exalta sus defectos como señas de identidad. Esa convención nos elude a Poe en su misterio, y pone de manifiesto la fascinación y la negación de esa fascinación que intenta reducir su genio a monerías de mascota.
Una comprensión del hombre basada en psicologismos o enfermedades imaginarias (que murió víctima de la rabia, o que tenía un tumor que le deformaba la imaginación y el juicio) como las que siguen abultando el corpus de su biografía, es una disposición de vulgarizarlo. Si partimos del hecho de que la literatura es un arte imperfecto, Poe es el más imperfecto de los escritores. No porque escribiera un detritus perecedero ni porque la excelencia formal de su arte fuera incompetente o banal. Practicaba la escritura secreta, la escritura invisible, la que se lee y no se ve, no parece verdadera. El valor antirreal, sus personajes poseídos por una especie grave de maldición virtuosa, se lo podemos achacar, en parte, al romanticismo byroniano al otro lado del océano que Poe imitó embelasado en una época de su vida, pero también al hecho de que la psique norteamericana de mediados del siglo 19 envejecía prematuramente en los hábitos de un gusto limitado a los placeres del dinero, que veía en Poe un sí es no es debido a sus diferencias de sensibilidad en cuanto al carácter, tantas veces remarcado, de juventud en su poética.
Envejecer hacia la juventud es el reproche más constante que se le hace a Edgar desde el siglo pasado. Lectura para adolescentes, iniciación, primeros pinitos, hermano menor. Dentro de esta lógica se suma una serie de comentarios hechos por escritores hispanoamericanos en la edición de sus cuentos publicada por Páginas de Espuma en 2009, donde la impresión general es la de estar leyendo a un rudo grupo de experimentados jinetes que hablan de Poe como puede uno referirse sobre un viejo amor adolescente que recuerda con cariño pero que ya ha superado. La opinión de Steiner de que hoy, en cuanto a ciencia, un estudiante de biología podría dar clase a Darwin y uno de física resolver ecuaciones antes inaccesibles a Newton o a Gauss, no aplica para establecer criterios temporales en literatura. No leemos los ensayos de Poe como los leían entonces los círculos literarios que desollaba vivos porque hemos perdido el contexto moral y porque, quizás sin desgracia, circulan menos que sus cuentos; más aun, el interés social en las reseñas y críticas de libros se suscribe en ámbitos minoritarios donde se discute la estructura de las formas abstractas que el público probablemente no podría analizar. El ya demasiado bien preparado estómago de la multitud todavía se indigesta con lecturas sobre mecanismos, y puede que eso no vaya a cambiar.
El gusto popular y el gusto crítico disocian en esas mínimas sutilezas de percepción y de juicio de las que depende la crítica que Poe practicaba. El lector es el mensajero. Un poco vidente y un poco ciego, ve el potencial oculto en la realidad que se le escapa. Como poeta, entre el espionaje angélico y la traición, Poe es pionero en mecánica literaria. Comunica los procesos mentales y los materiales de construcción con los que trabajan los escritores exponiendo la herida propia como ejemplo. Los delata, los injuria, les hace muecas, alaba sus versos. Casi todos sus textos críticos pueden leerse como la autobiografía feroz de “Tomahawk man”, el mote que le impusieron sus enemigos metafísicos.
Somete todo a un escrutinio escéptico y permanente al tiempo que el entendimiento nacido de estos exámenes le señala una forma que se ajusta a sus inclinaciones creativas. Los momentos sublimes que encuentra en Dickens son, en general, escenas de horror físico, de circunstancias muchas veces inexplicables que hacen sudar las manos. El sonido misterioso de las campanas a la medianoche, los objetos o personajes discordantes como el cuervo en Barnaby Rudge.
En este sentido los Ensayos ‒descontando la cosmogonía del Eureka‒ son un escalón incipiente en las literaturas futuras donde el punto central de la narración girará sobre la construcción de un poema, como en Juan José Saer, pero estamos yendo muy lejos. Antes que nada, Poe es una versión mejor de Colerige y un punto medio entre Colerige y Borges, mucho más desarrollado que los dos. Las invectivas de desesperada lucidez muchas veces pierden el pulso y lo ahogan. Por la prisa con la que fueron escritos gran parte de los textos (“las reseñas peor pagadas de la historia de la crítica literaria”, dice Fernando Iwasaky en el prólogo) su música, siempre tan importante en la concepción compositiva de Poe, se destempla cayendo a la lona y, en muchos casos, largos pasajes cambian de tono y de estado de ánimo casi sin transición, cuando el oído se pierde repentinamente por los bulevares del ritmo.
La necesidad misma de definir las líneas para el oído, como la entiende Poe, no necesariamente está en el final de un verso u oración, sino que es parte constitutiva de las armonías y melodías de la música en la construcción de las frases, es su ritmo interior y la estructuración espontánea en la correspondencia de sonidos. “La verdad sólo sirve para poner de manifiesto la armonía”, dice Poe. Con esta intuición trabajaba sus teorías y sus cuentos, y fracasaba en sus poemas. Sus brotes de domesticada maldad (en el sentido positivo que da la crítica filosófica a la idea de introducir negatividad para evidenciar contrastes) eran la sentencia de un tribunal y una estética injuriosa: “las herejías críticas ‒protesta contra el frenético espíritu de generalización‒ son sólo una expresión suavizada, o una reflexión, de la predominante “jerga del momento”. Por “jerga vigente del momento” queremos significar la repugnante práctica de asumir los aires de un búho e intentar parecer milagrosamente sabios penetrando en toda clase de misterios, […] una afectación particularmente de moda ahora, entre un grupo de miserables lunáticos en Boston, una camarilla de lastimosos zoquetes murmurando parábolas y jurando por Carlyle […]
El estándar crítico de Poe no es cordial. Lo que Eliot llama el sentido de la calidad es el olfato ahora poco desarrollado entre gentes que practican la literatura a un nivel meridiano, es decir, el buen gusto se relativiza (deja de existir) y la comprensión crítica pierde habilidad para discernir de manera directa, se vuelve dudosa y vulnerable y fácilmente se le acusa de falsedad. El Poe de los Ensayos no es tan accesible (no en todos los casos) como el Poe de los cuentos, aunque sus ideales creativos y su amplia libertad de opinión sean poco más que una confrontación entre un grupo de escritores (ya olvidados) y un poeta que insiste en recordarles su condición fallida. Como si Poe los hubiera invadido y asimilado hasta la desesperación, ahora ya no existen con independencia de su conjuro. 
Algo parecido ocurre con la traducción de los Ensayos de Poe al español. Varios e importantes pasajes de la versión de Margarita Acosta para Claridad en 2006, difíciles de leer por frases que fueron pensadas al derecho pero escritas al revés, convierten el sentido en un rompecabezas abstracto. La belleza basta y mal pulida de algunas de las reseñas críticas de Poe se afea más cuando la aproximación que el traductor lleva a cabo en el texto se hace pensándolo acabado, perfecto y redondo. Entonces, en lugar de interpolaciones y mejoras, de búsquedas expresivas, no se desenreda el nudo que Poe, un poco afanado, escribió a toda velocidad.
Puede haber aquí una razón que domina nuestra indiferencia en español sobre este lado de su obra. En parte porque los Ensayos se discuten en las universidades y no fuera de ellas, pero también, en un sentido profundo, por las cualidades de la traducción. Su implacable energía cómica y la escrupulosa calidad filosófica de su pensamiento se traducen con demasiada fidelidad a su modo de hablar consigo mismo, y se tiende a olvidar la labor de reescritura que hay en obligar al modelo a decir en otra lengua lo que tiene dentro sí.
El Poe de Cortázar, bastante ejemplar, nos dio una versión menos fantasiosa del hombre y de su obra que hasta ahora sigue siendo predominante en habla española, con una órbita de lectores cultos y lectores comunes en cada rincón. Esta nueva traducción de sus Ensayos por Antonio Rivera Tarabillo para Páginas de Espuma tiene un ritmo más regular y una mejor comprensión sintáctica de la música interior que la de Margarita Acosta, es irrespetuosa donde hace falta y, en consecuencia, de una creatividad refinada y más confiable, por momentos lírica.
La innovación de Taravillo está en la selección total de los Essays and Reviews que cuenta con textos que desconocíamos hasta ahora, y en resolver los problemas planteados por la prosa en muchos casos tumultuosa del trabajo periodístico de Poe, expandiendo su influjo. Sus atributos y maneras nos presentan a un Poe menos elaborado que se las arregla para moverse en distintos registros; registros que son, al menos desde este punto de vista, la verdadera marca de su vida y de su estilo.
Recomendamos el primer volumen de ensayos completos de Allan Poe publicado por Páginas de espuma
http://librujula.com

Olivar de Castillejo


Fundación Olivar de Castillejo

C/ Menéndez Pidal, 3 bis 
Para visitar este magnífico olivar no es necesario salir de Madrid. A pocos metros del Estadio Santiago Bernabéu se sitúa este espacio verde y su fundación, conserva intactos más de cien olivos centenarios junto con almendros, jaras, retamas y al borde de las parcelas, romeros. En su jardín se organizan diferentes actividades culturales, entre ellas un cine de verano que atrae a decenas de madrileños los meses de julio y agosto con los mejores estrenos del último año.