Uno de los relatos que el libro Antonio Hernández Palacios recreó fue la gesta de Taxdirt.
En aquella jornada Antonio Ripoll Sauvalle estaba al mando de la 4ª compañía del batallón de Cazadores de Figueras nº 6. En la guerra de Filipinas perdió el antebrazo izquierdo, y para permanecer en el servicio activo y no ingresar en el Cuerpo de Inválidos le fue implantada una mano de aluminio.
Se le ordenó al capitán Ripoll que dejara una sección destacada en retaguardia y con las otras dos debería ocupar una posición del enemigo. Pero la situación se fue recrudeciendo por momentos ya que los kabileños no solo se defendían del ataque español sino que contraatacaban. Esta circunstancia no amedrentó a Ripoll quién con las dos secciones logró atacar la posición enemiga teniendo frente a ellos a un número de hombres muy superior. En aquella encarnizada lucha el capitán recibió una herida en el pecho de donde comenzó a brotar sangre. No se detuvo y continuó animando a sus hombres.
Poco después cayó mortalmente herido tras recibir otros dos balazos, en el vientre y en la cabeza. Al parecer la mano de aluminio fue recogida por el caíd Amar de la kábila de Beni Urriaguel. Ahora está en el Museo del Ejercito.
Según refirieron algunos de sus amigos “su única ilusión era ganar la Cruz Laureada de San Fernando y que no volvería a la Peninsula sin haber logrado su deseo”. La cual transcurridos casi dos años, desde la fecha de su muerte, el capitán Ripoll recibía. Y después sus restos serían enterrados en el Panteón de Héroes, en Melilla.
De las dos secciones, unos ochenta hombres, que mandó en su búsqueda de los honores militares, no se sabe nada.
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